Hermanos y hermanas en Cristo:
Los invitamos a que visiten nuestro Sitio Web Oficial:
http://ioaamx.jimdo.com
Bendiciones.
lunes, 21 de septiembre de 2015
viernes, 1 de mayo de 2015
¡Oración por la paz en Jalisco!
Hermanos y hermanas en Cristo:
¡Paz en Cristo nuestro Sumo y Eterno Sacerdote!
Hoy 1 de Mayo, nuestro amado Estado de Jalisco se vio lleno de
violencia provocada por el crimen organizado, motivo por el cual los
invito a participar el proximo domingo 3 de mayo de un momento de
oración por la paz en nuestro Estado y por la conversión de los
criminales.
Se llevara a cabo en la Parroquia de san Marcos Evangelista.
Todos estan invitados, no importa a cual iglesia pertenezcas, es momento de unirnos en oración.
Para mayores informes pueden llamar al 33 17 31 24 53
Toda esta violencia es obra de Satanás, luchemos contra él a través de la oración.
Su Excelencia +Atanasio.
Arzobispo Metropolitano.
Todos estan invitados, no importa a cual iglesia pertenezcas, es momento de unirnos en oración.
Para mayores informes pueden llamar al 33 17 31 24 53
Toda esta violencia es obra de Satanás, luchemos contra él a través de la oración.
Su Excelencia +Atanasio.
Arzobispo Metropolitano.
domingo, 12 de abril de 2015
sábado, 11 de abril de 2015
viernes, 10 de abril de 2015
miércoles, 8 de abril de 2015
Muere el Patriarca Dinkha IV: ¡Que su memoria sea eterna!
Hermanos y hermanas en Cristo:
¡Paz en Cristo nuestro Sumo y Eterno Sacerdote!
La Iglesia Ortodoxa Autocéfala de las Américas (IOAA) se solidariza con sus hermanos del Patriarcado Caldeo de la Iglesia Asiria por el fallecimiento de Su Santidad el Patriarca Dinkha IV. Elevamos nuestras oraciones por su eterno descanzo y por toda su grey.
Nuestra Jurisdicción había entablado un dialogo directo con su Santidad y lamenta profundamente su fallecimiento.
¡Que su memoria sea eterna!
¡Que su memoria sea eterna!
¡Que su memoria sea eterna!
¡Paz en Cristo nuestro Sumo y Eterno Sacerdote!
La Iglesia Ortodoxa Autocéfala de las Américas (IOAA) se solidariza con sus hermanos del Patriarcado Caldeo de la Iglesia Asiria por el fallecimiento de Su Santidad el Patriarca Dinkha IV. Elevamos nuestras oraciones por su eterno descanzo y por toda su grey.
Nuestra Jurisdicción había entablado un dialogo directo con su Santidad y lamenta profundamente su fallecimiento.
¡Que su memoria sea eterna!
¡Que su memoria sea eterna!
¡Que su memoria sea eterna!
martes, 7 de abril de 2015
¡Cristianos muertos en Kenya!
(Declaración del Metropolitano +Atanasio sobre los muertos en Kenya)
Hermanos y hermanas en Cristo:
¡Paz en Cristo nuestro Sumo y Eterno Sacerdote!
La Iglesia Ortodoxa Autocéfala de las Américas (IOAA) CONDENA
ENFATICAMENTE la masacre de los estudiantes de Kenya que se llevo a cabo
recientemente, elevamos nuestras oraciones al Creador por todos estos
hermanos y por sus familiares, pero, tambien ELEVAMOS NUESTRAS VOCES
exigiendo JUSTICIA y la protección de todos los cristianos. Nadie debe
ser perseguido a causa de su fe.
No podemos guardar silencio como lo hacen las mayorias de las "iglesias oficiales".
Denunciamos este crimen y exigimos justicia.
Su Beatitud +Atanasio arzobispo Metropolitano
Iglesia Ortodoxa Autocéfala de las Américas.
No podemos guardar silencio como lo hacen las mayorias de las "iglesias oficiales".
Denunciamos este crimen y exigimos justicia.
Su Beatitud +Atanasio arzobispo Metropolitano
Iglesia Ortodoxa Autocéfala de las Américas.
lunes, 6 de abril de 2015
¡El Gran Sábado Santo Ortodoxo!
Un
poco antes de la medianoche en el Gran Sábado Bendito, se celebra el
oficio de Nocturno. El celebrante se acerca a la tumba, y toma de allí
el Epitafio para llevarlo hasta la mesa del altar donde permanecerá
durante 40 días, hasta la fiesta de la Ascensión de Cristo a los cielos.
Llegada la medianoche, se da comienzo a la procesión pascual. El templo se encuentra oscuro, sin la luz de ni siquiera una vela. El Obispo, o bien el celebrante principal, quien ahora sostiene una vela encendida en sus manos, llama a los fieles desde las Puertas Reales del Iconostasio cantando:
“Adelante, tomad la luz de la Luz Eterna. Venid, y glorificad a Cristo resucitando de entre los muertos.”
Mientras los fieles repiten el himno, todos se acercan a esta primera luz a encender también sus velas. Entonces se sale del templo en procesión, llevando las velas, la cruz y los querubines. El celebrante lleva el Evangeliario, y se va cantando el siguiente himno:
Tu Resurrección, oh Cristo Salvador, los ángeles en el cielo alaban. Haznos dignos a nosotros de glorificarte con corazones puros.
La procesión recorre alrededor de la iglesia, hasta que todos lleguen a las puertas principales del templo, que se encuentran cerradas. Esta procesión de los cristianos en la noche de Pascua de Resurrección recuerda las primeras procesiones bautismales, desde la oscuridad y muerte de este mundo hasta la luz y vida del Reino de Dios. Es la procesión de la Pascua Santa, el pasar desde la muerte a la vida, de la tierra al cielo, desde este siglo al siglo venidero que es eterno.
Delante de las puertas cerradas del templo, se anuncia la resurrección de Cristo. Se lee el pasaje del Evangelio que habla del descubrimiento de la tumba vacía (Marcos 16,1-8). Después el celebrante proclama la bendición a la “Trinidad Santa, Consustancial, Vivificadora e Indivisible.” A continuación y por primera vez, se canta el tropario de la Pascua de Resurrección, junto a los versos del Salmo 67, que dará comienzo a todos los oficios de la iglesia durante la semana pascual.
Levántese Dios, sean dispersados sus enemigos; que los que le odien huyan de él
Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con la muerte, y otorgando la vida a los que yacían en los sepulcros. (Troparion)
Este es el día que hizo el Señor; Regocijémonos y alegrémonos en él.
Luego los fieles penetran al templo, y prosigue el resto del oficio de Matutinos Pascuales, el cual es completamente cantado. El Canon de la resurrección de Cristo, atribuido a San Juan de Damasco, es entonado, con el tropario de la fiesta cantado repetidamente como coro. El templo está decorado de flores y luz, y los ornamentos son del color claro y brillante de la Resurrección. El ícono de la Resurrección de Cristo está en medio del templo, mostrando a Cristo que destruye las puertas del infierno y rescata a Adán y Eva del cautiverio de la muerte.[6] Es la imagen del Vencedor “pisoteando la muerte con la muerte.” Los cánticos son continuos, y el celebrante inciensa a los fieles y a los íconos una y otra vez, siempre proclamando: ¡Cristo resucitó! Y los fieles responden con regocijo, ¡En verdad resucitó!
Hoy es el día de la Resurrección! ¡Resplandezcamos con alegría, oh naciones! Porque la Pascua es la Pascua del Señor. Porque Cristo Nuestro Dios nos hecho pasar de la muerte a la vida, y de la tierra al cielo. Nosotros que le cantamos el cántico de victoria y de triunfo: Cristo ha resucitado de entre los muertos! (1° Oda del Canon de Matutinos)
Después del canon, se cantan las Alabanzas y los versos de la pascua, y al final de Matutinos, también se celebran las Horas de la Pascua. En general, en los oficios de la Pascua de Resurrección, no se lee ninguna parte del oficio; todo es cantado a las melodías jubilosas de la fiesta.
De inmediato sigue la Divina Liturgia Pascual, comenzando primero con el cántico del tropario de la Fiesta y los versos del Salmo 67. Versículos especiales tomados de los salmos también componen las antífonas de la Liturgia, mediante los cuales los fieles glorifican y alaban la salvación de Dios.
Se canta una y otra vez el Tropario de la Resurrección: ¡Cristo resucitó de entre los muertos! El texto bautismal tomado de la carta de San Pablo a los Gálatas nuevamente reemplaza el Trisagion. La lectura de la Epístola es tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles (1,1-9). La lectura del Evangelio es del Evangelio de San Juan, 1,1-17. La proclamación de la Palabra de Dios lleva a los fieles hasta el principio, anunciando la creación y la re-creación del mundo mediante el Verbo Vivo de Dios, Su Hijo Jesucristo.
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. …Todas las cosas por él fueron hechas … En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad. … Y vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre. … De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. (Juan 1,1-17)
La Divina Liturgia se corona en la santa comunión con el Cordero Pascual, en Su Mesa de banquete en el Reino de Dios. Repetidamente se entona el tropario de la fiesta de la Resurrección mientras los fieles participan de Aquel “que estuvo muerto y revivió” (Apocalipsis 2,8).
Como homilía, en la Divina Liturgia Pascual, se lee el célebre Sermón Pascual de San Juan Crisóstomo. Este sermón, que interpreta la Parábola de los obreros de la viña, y particularmente de los que llegaron a la undécima hora (Mateo 20,1-16), invita a todos a olvidar sus pecados y a participar de todo corazón en la fiesta de la Resurrección. Nos invita a todos a la mesa de Cristo a fin de compartir el Cordero Pascual.
En la Iglesia Ortodoxa, se refiere a la Resurrección como la Pascua, lo que quiere decir Pasar o Pasaje. Es la Pascua de la Alianza Nueva y Eterna predicha por los profetas de antaño. Es el pasar de la muerte a la vida, de la tierra al cielo. Es el Día del Señor, proclamado por los santos profetas de Dios, “el día que hizo el Señor,” para juzgar la creación entera, el día de su victoria final y eterna. Es el Día del Reino de Dios, el día en que “no habrá allí más noche” pues “el Cordero es su lámpara.” (Apocalipsis 21,22-25)
La celebración de la Pascua en la Iglesia Ortodoxa no es una representación dramática de la primera mañana pascual. El oficio no se celebra al amanecer, ya que los Matutinos Pascuales junto a la Divina Liturgia son celebrados en las primeras horas nocturnas del primer día de la semana, con el propósito de dar a los seres humanos la experiencia de la “nueva creación” del mundo, y permitirles entrar místicamente a la Jerusalén Celestial que resplandece eternamente con la gloriosa luz de Cristo, venciendo la noche perpetua del mal y destruyendo la oscuridad de este mundo mortal y lleno de pecado:
Resplandece, resplandece, Nueva Jerusalén. Pues la gloria del Señor ha brillado sobre ti. Alborózate ahora y alégrate Sión. Oh Purísima Madre de Dios, regocíjate por la Resurrección de Tu Hijo.
Este es uno de los principales himnos de la Pascua de Resurrección en la Iglesia Ortodoxa. Se inspira en el libro del Profeta Isaías y en los últimos capítulos del Apocalipsis, pues es en la Santa Noche de la Pascua de Resurrección que se celebra, se realiza y se experimenta el misterio de la Nueva Creación, de la Nueva Jerusalén Celeste, la Ciudad Celestial, el Reino de Dios, el Día del Señor, las Bodas del Cordero con su Esposa.
Llegada la medianoche, se da comienzo a la procesión pascual. El templo se encuentra oscuro, sin la luz de ni siquiera una vela. El Obispo, o bien el celebrante principal, quien ahora sostiene una vela encendida en sus manos, llama a los fieles desde las Puertas Reales del Iconostasio cantando:
“Adelante, tomad la luz de la Luz Eterna. Venid, y glorificad a Cristo resucitando de entre los muertos.”
Mientras los fieles repiten el himno, todos se acercan a esta primera luz a encender también sus velas. Entonces se sale del templo en procesión, llevando las velas, la cruz y los querubines. El celebrante lleva el Evangeliario, y se va cantando el siguiente himno:
Tu Resurrección, oh Cristo Salvador, los ángeles en el cielo alaban. Haznos dignos a nosotros de glorificarte con corazones puros.
La procesión recorre alrededor de la iglesia, hasta que todos lleguen a las puertas principales del templo, que se encuentran cerradas. Esta procesión de los cristianos en la noche de Pascua de Resurrección recuerda las primeras procesiones bautismales, desde la oscuridad y muerte de este mundo hasta la luz y vida del Reino de Dios. Es la procesión de la Pascua Santa, el pasar desde la muerte a la vida, de la tierra al cielo, desde este siglo al siglo venidero que es eterno.
Delante de las puertas cerradas del templo, se anuncia la resurrección de Cristo. Se lee el pasaje del Evangelio que habla del descubrimiento de la tumba vacía (Marcos 16,1-8). Después el celebrante proclama la bendición a la “Trinidad Santa, Consustancial, Vivificadora e Indivisible.” A continuación y por primera vez, se canta el tropario de la Pascua de Resurrección, junto a los versos del Salmo 67, que dará comienzo a todos los oficios de la iglesia durante la semana pascual.
Levántese Dios, sean dispersados sus enemigos; que los que le odien huyan de él
Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con la muerte, y otorgando la vida a los que yacían en los sepulcros. (Troparion)
Este es el día que hizo el Señor; Regocijémonos y alegrémonos en él.
Luego los fieles penetran al templo, y prosigue el resto del oficio de Matutinos Pascuales, el cual es completamente cantado. El Canon de la resurrección de Cristo, atribuido a San Juan de Damasco, es entonado, con el tropario de la fiesta cantado repetidamente como coro. El templo está decorado de flores y luz, y los ornamentos son del color claro y brillante de la Resurrección. El ícono de la Resurrección de Cristo está en medio del templo, mostrando a Cristo que destruye las puertas del infierno y rescata a Adán y Eva del cautiverio de la muerte.[6] Es la imagen del Vencedor “pisoteando la muerte con la muerte.” Los cánticos son continuos, y el celebrante inciensa a los fieles y a los íconos una y otra vez, siempre proclamando: ¡Cristo resucitó! Y los fieles responden con regocijo, ¡En verdad resucitó!
Hoy es el día de la Resurrección! ¡Resplandezcamos con alegría, oh naciones! Porque la Pascua es la Pascua del Señor. Porque Cristo Nuestro Dios nos hecho pasar de la muerte a la vida, y de la tierra al cielo. Nosotros que le cantamos el cántico de victoria y de triunfo: Cristo ha resucitado de entre los muertos! (1° Oda del Canon de Matutinos)
Después del canon, se cantan las Alabanzas y los versos de la pascua, y al final de Matutinos, también se celebran las Horas de la Pascua. En general, en los oficios de la Pascua de Resurrección, no se lee ninguna parte del oficio; todo es cantado a las melodías jubilosas de la fiesta.
De inmediato sigue la Divina Liturgia Pascual, comenzando primero con el cántico del tropario de la Fiesta y los versos del Salmo 67. Versículos especiales tomados de los salmos también componen las antífonas de la Liturgia, mediante los cuales los fieles glorifican y alaban la salvación de Dios.
Se canta una y otra vez el Tropario de la Resurrección: ¡Cristo resucitó de entre los muertos! El texto bautismal tomado de la carta de San Pablo a los Gálatas nuevamente reemplaza el Trisagion. La lectura de la Epístola es tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles (1,1-9). La lectura del Evangelio es del Evangelio de San Juan, 1,1-17. La proclamación de la Palabra de Dios lleva a los fieles hasta el principio, anunciando la creación y la re-creación del mundo mediante el Verbo Vivo de Dios, Su Hijo Jesucristo.
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. …Todas las cosas por él fueron hechas … En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad. … Y vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre. … De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. (Juan 1,1-17)
La Divina Liturgia se corona en la santa comunión con el Cordero Pascual, en Su Mesa de banquete en el Reino de Dios. Repetidamente se entona el tropario de la fiesta de la Resurrección mientras los fieles participan de Aquel “que estuvo muerto y revivió” (Apocalipsis 2,8).
Como homilía, en la Divina Liturgia Pascual, se lee el célebre Sermón Pascual de San Juan Crisóstomo. Este sermón, que interpreta la Parábola de los obreros de la viña, y particularmente de los que llegaron a la undécima hora (Mateo 20,1-16), invita a todos a olvidar sus pecados y a participar de todo corazón en la fiesta de la Resurrección. Nos invita a todos a la mesa de Cristo a fin de compartir el Cordero Pascual.
En la Iglesia Ortodoxa, se refiere a la Resurrección como la Pascua, lo que quiere decir Pasar o Pasaje. Es la Pascua de la Alianza Nueva y Eterna predicha por los profetas de antaño. Es el pasar de la muerte a la vida, de la tierra al cielo. Es el Día del Señor, proclamado por los santos profetas de Dios, “el día que hizo el Señor,” para juzgar la creación entera, el día de su victoria final y eterna. Es el Día del Reino de Dios, el día en que “no habrá allí más noche” pues “el Cordero es su lámpara.” (Apocalipsis 21,22-25)
La celebración de la Pascua en la Iglesia Ortodoxa no es una representación dramática de la primera mañana pascual. El oficio no se celebra al amanecer, ya que los Matutinos Pascuales junto a la Divina Liturgia son celebrados en las primeras horas nocturnas del primer día de la semana, con el propósito de dar a los seres humanos la experiencia de la “nueva creación” del mundo, y permitirles entrar místicamente a la Jerusalén Celestial que resplandece eternamente con la gloriosa luz de Cristo, venciendo la noche perpetua del mal y destruyendo la oscuridad de este mundo mortal y lleno de pecado:
Resplandece, resplandece, Nueva Jerusalén. Pues la gloria del Señor ha brillado sobre ti. Alborózate ahora y alégrate Sión. Oh Purísima Madre de Dios, regocíjate por la Resurrección de Tu Hijo.
Este es uno de los principales himnos de la Pascua de Resurrección en la Iglesia Ortodoxa. Se inspira en el libro del Profeta Isaías y en los últimos capítulos del Apocalipsis, pues es en la Santa Noche de la Pascua de Resurrección que se celebra, se realiza y se experimenta el misterio de la Nueva Creación, de la Nueva Jerusalén Celeste, la Ciudad Celestial, el Reino de Dios, el Día del Señor, las Bodas del Cordero con su Esposa.
domingo, 5 de abril de 2015
sábado, 28 de marzo de 2015
Tarde de oración por los 43 estudiantes de Ayotzinapa...
Hermanos y hermanas en Cristo:
¡Paz en Cristo nuestro Sumo y Eterno Sacerdote!
La Iglesia Ortodoxa Autocéfala de las Américas lleva en lo más profundo de su corazón el inmenso dolor de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.
Mientras que la inmensa mayoria de las "iglesias y jurisdicciones" han guardado silencio (ya sea por miedo o por complicidad con el sistema corrupto que cometió este enorme crimen), la Iglesia Ortodoxa Autocéfala de las Américas eleva su voz denunciando este hecho abominable, exigiendo justicia y orando por los 43 estudiantes y por sus familias.
Es por ello que la Iglesia Ortodoxa Autocéfala de las Américas invita a todas las personas de buena voluntad a participar con nosotros el próximo 19 de Abril a las 11:00 a.m. de una tarde de oración por los 43 desaparecidos y por sus familias.
Para mayores informes pueden llamarnos al 33 17 31 24 53 de lunes a sábado de 11:00 a.m. a 5:00 p.m.
¡Cristo y la Iglesia Ortodoxa Autocéfala de las Américas estan del lado de los que sufren, de los perseguidos y de los pobres!
Santa María de Egipto: Quinto Domingo de la Gran Cuaresma.
La Vida de Nuestra
Santa Madre María de Egipto
+ 522 d.c. Conmemorada el 1° de Abril
"Cuando el rey le confía a uno un secreto, es bueno quedarse
callado; pero hay que honrar a Dios contando a todos y publicando lo
que Èl ha hecho" (Tobit 12:7). Así dijo el Arcángel Rafael a Tobit
cuando realizó la milagrosa curación de su ceguera. De hecho, no
mantener el secreto de un rey es un riesgo peligroso y terrible,
pero mantener silencio acerca de las obras de Dios es perjudicial
para el alma. Y yo (dice San Sofronios), al escribir la vida de
Santa María de Egipto, temo esconder las obras de Dios mediante el
silencio. Recordando la desgracia pronosticada al siervo que
escondió su talento divino en la tierra (Mateo 25:18-25), me veo
obligado a transmitir el relato que me ha sido dado. Que nadie
piense (continúa San Sofronios) que yo he tenido la audacia de
escribir faltando a la verdad o que dudo esta gran maravilla – ¡Que
jamás mienta sobre cosas sagradas! Si acontece que personas que,
habiendo leído este registro, no lo creen, que el Señor tenga
misericordia de ellos, porque reflejando la debilidad del alma
humana, consideran imposible que estas cosas maravillosas sean
realizadas por personas santas. Pero ahora debemos comenzar a contar
esta asombrosa historia, que ha tenido lugar en nuestra generación y
que me fue revelada por buenos hombres experimentados desde la niñez
en trabajos y obras piadosas.
Había un cierto anciano en uno de los monasterios de Palestina, un
sacerdote de vida y palabra santa, quien desde su infancia fue
criado en los modos y costumbres monásticas. El nombre de este
anciano era Zosimas. Él había realizado todo el camino de la vida
ascética y en todo se adhería a la regla relacionada a las labores
espirituales una vez dada a él por sus superiores. Él mismo también
había agregado mucho a esta regla al trabajar por someter a la carne
a la voluntad del espíritu. Y no había fallado en su meta. Era tan
renombrado por su vida espiritual que muchos venían a él de
monasterios vecinos y otros incluso de más lejos. Mientras hacía
todo esto, nunca cesó de estudiar las Sagradas Escrituras. Ya fuera
descansando, de pie, trabajando o comiendo (si las migajas que roía
pueden ser llamadas comida), él incesante y constantemente tenía una
sola mira: siempre cantar de Dios, y practicar la enseñanza de las
Divinas Escritures. Zosimas solía relatar cómo, tan pronto como fue
quitado del seno materno, fue entregado al monasterio donde él pasó
por su entrenamiento como un asceta hasta que llegó a la edad de
cincuenta y tres. Luego de eso, comenzó a ser atormentado por el
pensamiento de que era perfecto en todo y que no necesitaba
instrucción de nadie, diciéndose a sí mismo mentalmente: "¿Habrá un
monje sobre la tierra que me pueda ser útil y mostrarme un tipo de
ascetismo que yo no haya logrado? ¿Habrá un hombre en el desierto
que me haya superado?"
Así pensaba el anciano, cuando de repente un ángel se le apareció y
dijo:
"Zosimas, has luchado valientemente, dentro de lo posible para el
hombre, valientemente has ido a través de la prueba ascética. Pero
no hay hombre que haya llegado a la perfección. Ante ti yacen luchas
desconocidas mayores que las que has logrado. Para que conozcas
cuántos rumbos llevan a la salvación, deja tu tierra natal como el
renombrado Abraham y ve al monasterio en el río Jordán".
Zosimas hizo como le fue dicho. Se fue del monasterio en el cual
había vivido desde la infancia y se fue al río Jordán. Finalmente
llegó a la comunidad a la que Dios lo había enviado. Habiendo
golpeado a la puerta del monasterio, dijo al monje que era portero
quién era; y el portero le dijo al abad. Al ser admitido en la
presencia del abad, Zosimas hizo la usual postración y oración
monástica. Viendo que él era un monje el abad preguntó:
"¿De donde vienes, hermano, y por qué has venido ante nosotros,
hombres pobres y viejos?"
Zosimas respondió:
"No hay necesidad de hablar de donde he venido, sino que he venido,
padre, buscando provecho espiritual, porque he escuchado sobre su
gran habilidad en guiar a las almas hacia Dios."
"Hermano", le dijo el abad, "Solo Dios puede curar la iniquidad del
alma. Que Él nos enseñe Sus caminos divinos y nos guíe. Pero como ha
sido el amor de Cristo lo que te movió a visitarnos a nosotros
hombres pobres y viejos, entonces quédate con nosotros, si es por
eso por lo que has venido. Que el Buen Pastor Quien dio su vida por
nuestra salvación nos llene a todos con la gracia del Espíritu
Santo."
Luego de esto, Zosimas se inclinó ante el abad, pidió por sus
oraciones y bendiciones, y se quedó en el monasterio. Allí vio
ancianos instruidos en la acción y en la contemplación de Dios,
inflamados en Espíritu, trabajando para el Señor. Cantaban
incesantemente, permanecían en oración toda la noche, el trabajo
estaba siempre en sus manos y los salmos en sus labios. Nunca una
palabra fútil era escuchada entre ellos, no sabían nada sobre
adquirir bienes temporales o de los cuidados de la vida. Pero tenían
un deseo –volverse en vida como cadáveres. Su constante comida era
la Palabra de Dios, y mantenían sus cuerpos con pan y agua, en la
medida que el amor por Dios les permitiese. Viendo esto, Zosimas fue
en gran manera instruido y preparado para la lucha que yacía ante
él.
Muchos días pasaron y el tiempo se acercaba cuando todos los
cristianos ayunan y se preparan a si mismos para adorar la Divina
Pasión y Resurrección de Cristo. Las puertas del monasterio fueron
mantenidas siempre cerradas y abiertas solamente cuando uno de la
comunidad era enviado fuera con algún mensaje. Era un lugar
desértico, no solo sin visitar por personas del mundo sino incluso
desconocido para ellos.
Había una regla en ese monasterio que era la razón por la cual Dios
llevó a Zosimas allí. En el comienzo del Gran Ayuno1
el sacerdote celebró la Divina Liturgia y todos participaron del
santo Cuerpo y Sangre de Cristo. Después de la Liturgia fueron al
comedor y comieron una pequeña comida de Cuaresma.
Una vez reunidos todos en la Iglesia, y luego de orar
encarecidamente con postraciones, los ancianos se besaron mutuamente
y se pidieron perdón. Y cada uno hacía una postración al abad y
pedía sus bendiciones y oraciones por la lucha que yacía ante ellos.
Luego de esto, las puertas del monasterio fueron abiertas, y
cantando "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién podré tener
miedo? El Señor defiende mi vida, ¿a quién habré de temer?"(Salmo
26:1) y el resto del salmo, todos fueron al desierto y cruzaron el
río Jordán. Solo uno o dos hermanos fueron dejados en el monasterio,
no para resguardar la propiedad (ya que no había qué robar), sino
para no dejar la Iglesia sin servicio Divino. Cada uno llevaba
consigo tanta comida como podía o deseaba en el camino, de acuerdo a
las necesidades del cuerpo: uno llevaría un pan pequeño, otro
algunos higos, otro algunos dátiles o trigo remojado en agua. Y
algunos no llevaban más que su propio cuerpo cubierto con harapos y
alimentado, cuando la naturaleza los obligaba, con las plantas que
crecían en el desierto.
Luego de cruzar el Jordán, todos se dispersaron lejos y ampliamente
en diferentes direcciones. Y esta era la regla de vida que tenían, y
que todos observaban –no hablarse entre ellos, o conocer cómo cada
uno vivía y ayunaba. Si acontecía que se veían entre ellos, se iban
a otra parte del país, viviendo solos y siempre cantando a Dios, y
en un tiempo definido comiendo una cierta cantidad de comida. De
esta forma pasaban la totalidad del ayuno y solían regresar al
monasterio una semana antes de la Resurrección de Cristo, en el
Domingo de Ramos, vuelto cada uno teniendo su propia conciencia como
testigo de su labor, y ninguno preguntaba a otro cómo había pasado
su tiempo en el desierto. Tales eran las reglas del monasterio. Cada
uno de ellos mientras estaba en el desierto luchaba consigo mismo
contra el Juez de la lucha –Dios- no buscando agradar a los hombres
y ayunar ante los ojos de todos. Porque aquello hecho por causa de
los hombres, para ganar alabanza y honor, no es sólo inútil para
aquel que lo realiza sino a veces la causa de gran castigo.
Zosimas hizo lo mismo que todos. Y fue lejos, lejos en el desierto
con la esperanza secreta de encontrar algún padre que pudiera estar
viviendo allí y que pudiera satisfacer su sed y ansia. Y vagaba
incansablemente, como si se apresurase a un lugar definido. Ya había
caminado por veinte días y cuando llegó la sexta hora se detuvo y,
volviéndose al Este, comenzó a cantar la Sexta Hora y recitar las
oraciones habituales. Él solía interrumpir así su viaje en horas
arregladas del día para descansar un poco, cantar salmos de pie y
orar de rodillas.
Y mientras cantaba así sin sacar sus ojos de los cielos, súbitamente
vio a la derecha de la colina en la cual se encontraba la figura de
un cuerpo humano. Al principio estaba confuso pensando que se
encontraba ante la visión del diablo, e incluso se sobrecogió de
miedo. Pero, habiéndose protegido a sí mismo con la señal de la Cruz
y habiendo expulsado todo temor, volvió su mirada en esa dirección y
en verdad vio una forma deslizándose hacia el sur. Estaba desnuda,
la piel oscura como si estuviese quemada por el calor del sol, el
cabello de su cabeza blanco como un vellón, sin ser largo, llegando
justo bajo su cuello. Zosimas estaba tan gozoso de ver una forma
humana que corrió hacia ella en persecución, pero la forma escapó de
él. Él la siguió. A una cierta distancia suficiente como para ser
escuchado, gritó:
"¿Por qué escapas de un hombre viejo y pecador? Esclavo del Dios
Verdadero, espérame, sea quien seas, en el nombre de Dios te digo,
por el amor de Dios por causa de Quien tu vives en este desierto."
"Perdóname en el nombre de Dios, pero no puedo volverme hacia ti y
mostrar mi cara, Abba Zosimas, porque soy una mujer y estoy desnuda
como tu ves, con la vergüenza descubierta de mi cuerpo. Pero si
deseas realizar el deseo de una mujer pecadora, lánzame tu capa de
modo que pueda cubrir mi cuerpo y volverme hacia ti y pedir tus
bendiciones."
Aquí el terror se apoderó de Zosimas, porque oyó que ella lo llamaba
por su nombre. Pero se dio cuenta que ella no podría haber hecho
esto sin saber nada de él si ella no hubiese tenido el poder de la
percepción espiritual.
Al momento hizo lo que le fue requerido. Se quitó su capa vieja y
andrajosa y la lanzó hacia ella, volviéndose al hacer esto. Ella lo
recogió y le fue posible cubrir al menos una parte de su cuerpo.
Luego se volvió a Zosimas y dijo:
"¿Por qué deseaste, Abba Zosimas, ver a una mujer pecadora? ¿Qué
deseas escuchar o aprender de mi, tu que no has retrocedido ante
grandes luchas?"
Zosimas se lanzó al suelo y pidió sus bendiciones. Así también ella
se inclinó ante él. Y así ellos permanecieron en el suelo postrados
pidiendo por la bendición de cada uno. Y solo una palabra podía ser
escuchada a cada uno: "¡Bendíceme!" Luego de un largo periodo la
mujer le dijo a Zosimas:
"Abba Zosimas, eres tu quien debe dar bendiciones y orar. Has sido
dignificado por la orden del sacerdocio y por muchos años te has
parado frente al santo altar ofreciendo el sacrificio de los Divinos
Misterios."
Esto infundió a Zosimas un terror aun mayor. Desde la lejanía con
lágrimas le decía a ella:
"Oh madre, llena con el Espíritu, por tu forma de vida es evidente
que vives con Dios y que has muerto para el mundo. La Gracia
otorgada a ti es evidente –ya que me has llamado por mi nombre y has
reconocido que soy un sacerdote, a pesar de que nunca antes me has
visto. La Gracia no es reconocida por las órdenes propias, sino por
los dones del Espíritu, así que dame tus bendiciones en el nombre de
Dios, ya que necesito tus oraciones."
Luego entregándose al deseo del anciano la mujer dijo:
"Bendito sea Dios Quien se preocupa de la salvación de los hombres y
sus almas"
Zosimas respondió: "Amén", y ambos se levantaron. Luego la mujer le
preguntó al anciano:
"¿Por qué has venido, hombre de Dios, a mi que soy tan pecadora?
¿Por qué deseas ver a una mujer desnuda y vacía de toda virtud?
Aunque sé una cosa – la Gracia del Espíritu Santo te ha traído a
darme una ayuda a tiempo. ¿Dime, padre, cómo están viviendo los
cristianos? ¿Y los reyes? ¿Cómo está siendo guiada la Iglesia?
Zosimas dijo:
"Por tus santas oraciones madre, Cristo ha dado paz duradera para
todos. Pero realiza la indigna petición de un hombre viejo y ora por
todo el mundo y por mi que soy pecador, para que así mis viajes por
el desierto no sean infructuosos."
Ella respondió:
"Tu eres un sacerdote, Abba Zosimas, eres tú quien debe orar por mi
y por todos –ya que esta es tu vocación. Pero como todos debemos ser
obedientes, con gusto haré lo que me pides."
Y con estas palabras se volvió hacia el Este, y levantando sus ojos
hacia el cielo y extendiendo sus manos, comenzó a orar susurrando.
No se podían oír palabras aisladas, para que Zosimas no entendiese
nada de lo que ella decía en sus oraciones. Mientras tanto él
permanecía, de acuerdo a su propia palabra y en gran agitación,
mirando al suelo sin decir una palabra. Y juró, llamando a Dios por
testigo, que cuando al rato pensó que su oración era muy larga,
levantó los ojos del suelo y vio que ella se había elevado a un codo
de distancia del suelo y se mantenía orando en el aire. Cuando vio
esto, incluso más terror se apoderó de él y cayó al suelo llorando y
repitiendo muchas veces, "Señor ten piedad".
Y mientras yacía postrado en el suelo él fue tentado por un
pensamiento: ¿Acaso no es un espíritu, y tal vez su oración es
hipocresía? Pero en el mismo momento la mujer se volvió, levantó al
anciano del suelo y dijo:
"¿Por qué te confunden pensamientos a ti, Abba, y te tientan acerca
de mi, como si yo fuera un espíritu y una disimuladora en la
oración? Sepa, santo padre, que yo soy sólo una mujer pecadora,
aunque estoy protegida por el Santo Bautismo. Y no soy espíritu sino
tierra y cenizas, y carne solamente."
Y con estas palabras ella se protegía a sí misma con la señal de la
cruz en su frente, ojos, boca y pecho, diciendo:
"Que Dios nos defienda del maligno y de sus designios, porque fiera
es su lucha contra nosotros."
Escuchando y viendo esto, el anciano se lanzó a tierra y, abrazando
sus pies, dijo con lágrimas:
"Te ruego, en el Nombre de Cristo nuestro Dios, Quien fue nacido de
una Virgen, por causa de Quien te has desnudado, por causa de Quien
haz extenuado tu carne, no esconder de tu esclavo quién eres y
cuándo y cómo llegaste a este desierto. Dímelo todo para que los
maravillosos trabajos de Dios puedan ser conocidos. En una sabiduría
oculta y en un tesoro secreto -¿Qué beneficio hay? Dímelo todo, te
lo imploro. Porque no por vanidad o exaltación propia hablarás, sino
para revelarme la verdad a mi, un pecador indigno. Creo en Dios, por
Quien tú vives y a Quien tú sirves. Creo que Él me trajo a este
desierto para mostrarme Sus caminos a través de ti. No está en
nuestro poder el resistir los planes de Dios. Si no fuese la
voluntad de Dios que tú y tu vida debieran ser conocidas, Él no me
habría permitido verte y no me habría dado fuerzas para sobrellevar
este viaje, a alguien como yo que nunca antes se atrevió a abandonar
su celda."
Mucho más dijo Abba Zosimas. Pero la mujer lo levantó y dijo:
"Estoy avergonzada, Abba, de hablarte sobre mi desgraciada vida,
¡Perdóname en el nombre de Dios! Pero así como ya has visto mi
cuerpo desnudo, asimismo descubro ante ti mi trabajo, para que
puedas ver con qué vergüenza y obscenidad está llena mi alma. No
escapaba por vanidad, como pensaste, porque ¿de qué tengo yo que
enorgullecerme –yo que fui elegida como recipiente del diablo? Pero
cuando comience mi historia huirás de mi, como de una serpiente,
porque tus oídos no serán capaces de soportar la bajeza de mis
acciones. Pero te contaré todo sin ocultar nada, solo implorándote
primero que todo orar incesantemente por mí, para que pueda
encontrar misericordia en el día del Juicio.
El anciano derramó lágrimas y la mujer comenzó su relato. "Mi tierra
natal, santo padre, era Egipto. Aún durante la vida de mis padres,
cuando tenía doce años, renuncié a su amor y me fui a Alejandría. Me
avergüenza recordar cómo allí al principio arruiné mi virginidad y
luego desenfrenada e insaciablemente me entregué a la sensualidad.
Es más apropiado hablar de esto brevemente para que apenas puedas
conocer mi pasión y mi lujuria. Durante diecisiete años
aproximadamente, perdóname, viví así. Era como un fuego de
perversión pública. Y no era por causa de las ganancias – aquí hablo
la pura verdad. A menudo cuando deseaban pagarme, yo rechazaba el
dinero. Actuaba así para hacer que tantos hombres como fuese posible
tratasen de obtenerme, haciendo gratis lo que me daba placer. No
pienses que yo era rica y que esta era la razón por la que no tomaba
dinero. Vivía mendigando, a menudo hilando lino, pero tenía un
insaciable deseo y una irreprimible pasión por yacer en la
inmundicia. Esto era la vida para mí. Cada tipo de abuso de la
naturaleza lo veía como vida."
"Así es como yo vivía. Luego un verano vi a una gran multitud de
libios y egipcios que corrían hacia el mar. Le pregunté a uno de
ellos, "¿A dónde se apresuran estos hombres?" Él respondió: "Todos
van a Jerusalén para la Exaltación de la preciosa y Vivificadora
Cruz, que tendrá lugar en unos pocos días." Le dije: "¿Me llevarán
con ellos si deseo ir?" "Nadie te detendrá si tienes dinero para
pagar el viaje y la comida" Y yo les dije: "Para ser franca, no
tengo dinero, ni tampoco tengo comida. Pero iré con ellos e iré
abordo. Y me alimentarán, quiéranlo o no. Tengo un cuerpo – lo
tomarán en lugar de pagar por el viaje." Súbitamente fui llenada con
un deseo de ir, Abba, de tener más amantes que pudiesen satisfacer
mi pasión. Yo te dije, Abba Zosimas, que no me forzaras a contarte
sobre mi desgracia. Dios es mi testigo, temo contaminarlo a usted y
al mismo aire con mis palabras."
Zosimas, entre lágrimas, le contestó:
"Sigue hablando, en el nombre de Dios, madre, habla y interrumpas la
continuación de un relato tan edificante."
Y, reanudando su historia, ella continuó:
"Ese joven, al oír mis desvergonzadas palabras, se rió y se fue.
Mientras tanto yo, lanzando mi rueda para hilar, corrí hacia el mar
en la dirección que todos parecían tomar. Y, viendo algunos hombres
jóvenes de pie en la orilla, como diez o más de ellos, llenos de
vigor y alerta en sus movimientos, decidí que ellos servirían para
mi propósito (parecía que algunos de ellos esperaban más viajeros
mientras otros se habían ido a tierra). Desvergonzadamente, como era
usual, me mezclé con la multitud, diciendo: "Llévenme con ustedes al
lugar al que van: no seré una carga." También añadí unas pocas
palabras más evocando la risa general. Viendo mi disposición a ser
desvergonzada, de buena gana me llevaron en el bote. Aquellos a
quienes esperaban también vinieron, y zarpamos de inmediato."
"¿Cómo le relataré a usted lo que sucedió luego de esto? ¡Qué lengua
puede contar, qué oídos soportar todo lo que sucedió en el bote
durante el viaje! Y además frecuentemente forzaba a aquellos
miserables jóvenes incluso contra su propia voluntad. No hay
depravación que se pueda o no mencionar de la cual yo no fuera su
maestra. Estoy sorprendida, Abba, de cómo el mar soportaba nuestro
desenfreno, cómo la tierra no abrió sus mandíbulas, y cómo fue que
el infierno no me tragó viva, cuando había enredado en mi red a
tantas almas. Pero pienso que Dios buscaba mi arrepentimiento.
Porque Él no desea la muerte de un pecador, sino que de forma
magnánima aguarda su regreso hacia Él. Finalmente llegamos a
Jerusalén. Pasé los días antes del festival en el pueblo, llevando
el mismo tipo de vida, tal vez peor. No estaba satisfecha con los
jóvenes que había seducido en el mar y que me habían ayudado a
llegar a Jerusalén; a muchos otros –ciudadanos del pueblo y
extranjeros- también seduje.
"El santo día de la Exaltación de la Cruz comenzaba mientras yo aún
vagaba cazando jóvenes. Al alba vi que todos se apresuraban a ir la
Iglesia, así que corrí con el resto. Cuando la hora de la santa
elevación se aproximaba, trataba de pasar entre la multitud que
luchaba por pasar a través de las puertas de la Iglesia. Finalmente
había logrado pasar aunque con gran dificultad casi hasta la entrada
del templo, desde donde el Vivificador Madero de la Cruz era
mostrado a las personas. Pero cuando pisé en el umbral que todos
cruzaban, fui detenida por una fuerza que no me dejaba entrar.
Mientras tanto yo era empujada aparte por la multitud y me encontré
a mi misma de pie sola en pórtico de la Iglesia. Pensando que esto
había sucedido debido a mi debilidad femenina, traté de nuevo de
hacerme paso entre la multitud, tratando de empujar hacia adelante.
Pero en vano luché. Otra vez mi pie pisó el umbral por el cual
muchos entraban en la Iglesia. Solo yo parecía ser rechazada por la
iglesia. Era como si allí hubiese un destacamento de soldados
parados para oponerse a mi entrada. Una vez más fui excluida por la
misma fuerza poderosa y otra vez quedé en el pórtico."
"Habiendo repetido mi intento tres o cuatro veces, finalmente me
sentí exhausta y no tuve más fuerza para empujar y ser empujada, así
que me hice a un lado y me detuve en un rincón del vestíbulo. Y solo
entonces con gran dificultad comencé a entender la razón por la cual
no podía ser admitida para ver la vivificadora Cruz. La palabra de
la salvación suavemente tocó los ojos de mi corazón y me reveló que
era mi vida sucia lo que impedía mi entrada. Comencé a llorar,
lamentarme y golpearme el pecho, y a suspirar desde las
profundidades de mi corazón. Y así estuve llorando cuando vi sobre
mí un icono de la Santísima Madre de Dios. Y volviendo hacia ellas
mis ojos corporales y espirituales dije:
"Oh Señora, Madre de Dios, que diste a luz en la carne a Dios el
Verbo, yo sé, oh qué bien sé, que no es honor o alabanza para ti
cuando alguien tan impuro y depravado como yo mira tu icono, oh
siempre Virgen, que mantuviste el cuerpo y el espíritu en pureza.
Con razón inspiro odio y desagrado ante tu virginal pureza. Pero he
escuchado que Dios, Quien ha nacido de ti, se hizo hombre con el
propósito de llamar a los pecadores al arrepentimiento. Por lo tanto
ayúdame, ya que no tengo otro auxilio. Ordena que la entrada de la
Iglesia me sea abierta. Permíteme ver el venerable Madero sobre el
cual Él Quien fue nacido de ti sufrió en la carne y sobre el cual Él
derramó Su santa Sangre para la remisión de pecadores y por mí,
indigna como soy. Sé mi fiel testigo ante tu Hijo de que yo nunca
contaminaré mi cuerpo con la impureza de la fornicación, sino que
tan pronto como haya visto el Madero de la Cruz renunciaré al mundo
y a sus tentaciones y me iré a donde tu quieras llevarme."
"Así hablé y como si hubiese adquirido cierta esperanza en la fe
firme, y sintiendo cierta confianza en la misericordia de la Madre
de Dios, dejé el lugar donde estaba orando. Y fui de nuevo y me
incorporé a la multitud que empujaba en su camino hacia el templo. Y
nadie parecía obstruirme, nadie me impedía entrar en la iglesia.
Estaba llena de temor, y casi delirante. Habiendo llegado hasta las
puertas que no había alcanzado antes –como si la misma fuerza que me
había estorbado despejara el camino para mí- entré ahora sin
dificultad y me encontré a mi misma dentro de un lugar sagrado. Y
así es como vi la Vivificadora Cruz. Vi también los Misterios de
Dios y cómo el Señor acepta el arrepentimiento. Arrojándome al
suelo, adoré esa santa tierra y la besé con temor. Luego salí de la
iglesia y fui donde ella, que había prometido ser mi protección, al
lugar donde había sellado mi voto. Y doblando las rodillas ante la
Virgen Madre de Dios, le dirigí palabras como estas:
"Oh amorosa Señora, tu me has mostrado tu gran amor por todos los
hombres. Gloria a Dios Quien recibe el arrepentimiento de los
pecadores a través de ti. ¿Qué más puedo reunir o decir, yo que soy
tan pecadora? Ha llegado el tiempo para mi, oh Señora, de realizar
mi voto, de acuerdo a tu testimonio. ¡Ahora llévame de la mano al
sendero del arrepentimiento! Y con estas palabras escuché una voz de
lo alto:
"Si cruzas el Jordán hallarás reposo".
"Escuchando esta voz y teniendo fe en que era para mi, exclamé a la
Madre de Dios:
"¡Oh Señora, Señora, no me abandones!"
"Con estas palabras abandoné el pórtico de la iglesia y comencé mi
viaje. Cuando abandonaba la iglesia un extraño me miró y me dio tres
monedas, diciendo: "Hermana, tome ésto".
"Y, tomando el dinero, compré tres panes y los llevé conmigo en mi
viaje, como un don bendito. Le pregunté a la persona que vendía el
pan: "¿Cuál es el camino hacia el Jordán?" Fui dirigida a las
puertas de la ciudad que llevaban por ese camino. Corriendo atravesé
la puertas y aún llorando continué mi viaje. A aquellos que conocí
les pregunté el camino, y luego de caminar por el resto de ese día
(creo que eran las nueve cuando vi la Cruz) de lejos llegué al
atardecer la Iglesia de San Juan Bautista que estaba en la orilla
del Jordán. Luego de orar en el templo, fui al Jordán y lavé mi cara
y manos en sus santas aguas. Participé de los santos y vivificadores
Misterios en la Iglesia del Precursor y comí la mitad de uno de mis
panes. Luego, después de beber un poco de agua del Jordán, me acosté
y pasé la noche en el suelo. En la mañana encontré un pequeño bote y
crucé a la orilla opuesta. De Nuevo oré a nuestra Señora que me
guiase a donde quisiera. Luego me encontré en este desierto y desde
entonces hasta este mismo día estoy apartada de todo, manteniéndome
lejos de la gente y escapándome de cualquiera. Y vivo aquí adherida
a mi Dios que salva a todos los que se vuelven a Él de la
desesperanza y tormentas (Salmo 53)" Zosimas le preguntó: "¿Cuántos
años han pasado desde que comenzaste a vivir en este desierto?"
Ella respondió:
"Cuarenta y siete años han pasado ya, creo, desde que dejé la ciudad
sagrada".
Zosimas preguntó:
"¿Pero qué comida encuentras?"
La mujer dijo:
Tenía dos panes y medio cuando crucé el Jordán. Pronto se secaron y
se volvieron duros como roca. Comiendo un poco diariamente los
terminé gradualmente luego de unos pocos años."
Zosimas preguntó:
"¿Puede ser que sin enfermarte hayas vivido tantos años así, sin
sufrir de ninguna forma un cambio tan completo?"
La mujer respondió:
"Me recuerdas, Zosimas, lo que no me atrevo a hablar. Porque cuando
recuerdo todos los peligros que superé, y los pensamientos violentos
que me confundían, de nuevo me da miedo de que ellos tomarán
posesión de mi."
Zosimas dijo:
"No escondas de mí nada; háblame sin ocultar nada."
Y ella le dijo: "Créeme, Abba, diecisiete años pasé en este desierto
luchando contra bestias salvajes – deseos y pasiones desenfrenados.
Cuando estaba a punto de comer, solía comenzar a echar de menos la
carne y el pescado que tanto tenía en Egipto. Lamentaba también no
tener el vino que tanto amaba. Porque yo tomaba mucho vino cuando
vivía en el mundo, mientras aquí ni siquiera tenía agua. Estaba
quemada y sucumbía de sed. El desenfrenado deseo de canciones
libertinas entró en mi y me confundió en gran manera, alentándome a
cantar canciones satánicas que había aprendido. Pero cuando tales
deseos entraban en mí me golpeaba a mi misma en el pecho y me
recordaba el voto que había hecho, cuando iba al desierto. En mis
pensamientos me volvía al icono de la Madre de Dios que me había
recibido y a ella imploraba en oración. Le imploraba que expulsara
los pensamientos a los cuales mi alma miserable estaba sucumbiendo.
Y luego de mucho llorar y golpeando mi pecho solía ver una luz al
final que parecía brillar sobre mí desde todas partes. Y luego de la
violenta tormenta, la calma duradera descendía."
"¿Y cómo puedo contarte sobre los pensamientos que me llevaban a la
fornicación, cómo puedo expresártelos a ti, Abba? Un fuego estaba
encendido en mi miserable corazón que parecía quemarme completamente
y despertar en mí una sed por abrazos. Tan pronto como este deseo
ardiente venía a mi, me arrojaba al suelo y lo mojaba con mis
lágrimas, como si viera ante mí a mi testigo, que había aparecido en
me desobediencia y que parecía pronosticar el castigo por el crimen.
I no me levantaba del suelo (a veces me quedaba así postrada por un
día y una noche) hasta que una calmada y dulce luz descendía y me
iluminaba y espantaba a los pensamientos que me poseían. Pero
siempre volvía los ojos de mi mente hacia mi Protectora, pidiéndole
que brindara ayuda a alguien que se hundía con rapidez en las olas
del desierto. Y siempre la tenía a ella como mi Auxiliadora y quien
aceptaba mi arrepentimiento. I así viví durante diecisiete años
entre constantes peligros. Y desde entonces incluso hasta ahora la
Madre de Dios me ayuda en todo y me guía como si fuese de la mano."
Zosimas preguntó:
"¿Cómo es posible que no necesitaste comida ni vestido?"
Ella respondió:
"Luego de haber terminado los panes que tenía, de los cuales hablé,
por diecisiete años me he alimentado de hierbas y todo lo que puede
ser encontrado en el desierto. Las ropas que tenía se rompieron y
gastaron cuando crucé el Jordán. Sufrí mucho del frío y del calor
extremo: a veces el sol me quemaba y otras veces tiritaba por la
helada, y frecuentemente cayendo al suelo yacía sin aliento ni
movimiento. Luché contra muchas aflicciones y terribles tentaciones.
Pero desde entonces hasta ahora el poder de Dios en numerosas formas
ha protegido mi alma pecadora y mi humilde cuerpo. Cuando solamente
reflexiono en los males de los cuales Nuestro Señor me ha librado
tengo alimento imperecedero de esperanza de salvación. Estoy
alimentada y vestida por la todo poderosa Palabra de Dios, el Señor
de todos (Deut. 8). No sólo de pan vivirá el hombre (Deut. 8:3) Y
errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las
cavernas de la tierra.(Job 24; Hebreos 11:38)."
Al oír que ella citaba palabras de la Escritura, de Moisés, Job, y
los Salmos, Zosimas le preguntó:
"¿Así que haz leído los salmos y otros libros?"
Ella sonrió ante esto y le dijo al anciano:
"Créeme, no he visto un rostro humano desde que crucé el Jordán,
excepto la tuya hoy. No he visto una bestia o un ser viviente desde
que llegué al desierto. Nunca he aprendido de libros. Ni siquiera he
escuchado a alguien que cantara o leyera de ellos. Pero la Palabra
de Dios que está viva y activa, por sí misma enseña al hombre
conocimiento. Así que este es el final de mi historia. Pero, como te
pedí al comienzo, así también ahora te imploro en el nombre de la
Verbo Encarnado de Dios, orar al Señor por mi que soy
pecadora"(Hebreos 4:12)
Así concluyendo su historia ella se inclinó ante él. Con lágrimas el
anciano exclamó:
"Bendito sea Dios que crea lo grande y lo asombroso, lo glorioso y
maravilloso sin fin. Bendito sea Dios que me ha mostrado como El
recompensa a los que le temen. (Juan 10). Verdaderamente, Oh Señor
Tu no olvidas a los que te buscan."(Salmo 9)
Y la mujer, no permitiendo al anciano inclinarse ante ella, dijo:
"Te ruego, santo padre, en el nombre de Jesucristo nuestro Dios y
Salvador, que no le cuentes a nadie lo que has escuchado, hasta que
Dios me lleve de esta tierra. Y ahora ve en paz y de nuevo el
próximo año me habrás de ver, y yo a ti, si Dios nos preserva en Su
gran misericordia. Pero en el nombre de Dios haz como te lo pido: el
próximo año durante la Cuaresma no cruces el Jordán, como es
costumbre en el monasterio." Zosimas estaba impresionado de escuchar
que ella supiera las reglas del monasterio y sólo pudo decir:
"Gloria a Dios, Quien concede grandes dones a quienes lo aman."
Ella continuó:
"Permanece, Abba, en el monasterio. E incluso si deseas irte, no
podrás hacerlo. Y al atardecer del santo día de la Última Cena, pon
algo del Vivificador Cuerpo y Sangre de Cristo en un santo
recipiente digno de mantener tales misterios para mí, y tráelo. Y
espérame en las orillas del Jordán inmediatas a las partes
deshabitadas de la tierra, para que pueda venir y tomar parte de los
Vivificantes Dones. Porque, desde el tiempo que comulgué en el
templo del Precursor antes de cruzar el Jordán hasta este día no me
he acercado a los Santos Misterios. Y los ansío con irreprimible
amor y vehemencia. Y por lo tanto te pido y te imploro que me
concedas mi deseo, trayéndome los Vivificantes Misterios en la misma
hora que Nuestro Señor hizo a Sus discípulos partícipes de Su Divina
Cena. Dile a Juan, el abad del monasterio, dónde vives: mírate a ti
mismo y a tus hermanos, porque hay mucho que necesita corrección.
Sólo no digas esto ahora, sino cuando Dios te guíe. ¡Ora por mi!"
Con estas palabras ella desapareció en las profundidades del
desierto. Y Zosimas, cayendo de rodillas e inclinándose al suelo
sobre el cual ella estuvo, envió gloria y gracias a Dios. Y, luego
de haber vagado por el desierto, volvió al monasterio en el día en
que todos los hermanos volvían.
Por todo el año se mantuvo en silencio, no atreviéndose a decir a
nadie lo que había visto. Pero en su alma él oraba a Dios para que
le diera otra oportunidad para ver el querido rostro de la asceta. Y
cuando el primer Domingo de la Gran Cuaresma vino, todos fueron al
desierto con las oraciones habituales y el canto de los salmos. Sólo
Zosimas fue retenido por una enfermedad –él yacía con fiebre. Y
luego recordó lo que la santa le había dicho: "E incluso si deseas
irte, no podrás hacerlo."
Muchos días pasaron y al recuperarse finalmente de su enfermedad
permaneció en el monasterio. Y cuando de nuevo los monjes regresaron
y el día de la Mística Cena declinaba, hizo como le había sido
ordenado. Y poniendo un poco del purísimo Cuerpo y Sangre en un
pequeño cáliz y poniendo algunos higos y dátiles y lentejas
remojadas en agua en un pequeño cesto, partió al desierto y llegó a
la orilla del Jordán y se sentó a esperar a la santa. Esperó por
mucho tiempo y luego comenzó a dudar. Luego, alzando sus ojos al
cielo, comenzó a orar:
"Concédeme, oh Señor, contemplar a aquella que Tu me permitiste
contemplar una vez. No dejes que me vaya en vano, llevando la carga
de mis pecados."
Y luego le vino otro pensamiento:
"¿Y qué tal si viene? No hay bote; ¿Cómo cruzará el Jordán para
venir a mi que soy tan indigno?"
Y mientras reflexionaba así vio a la mujer santa aparecer y pararse
en el otro lado del río. Zosimas se levantó regocijado y
glorificando y dando gracias a Dios. Y nuevamente le vino el
pensamiento de que ella no podría cruzar el Jordán. Luego vio que
ella hacía la señal de la Cruz sobre las aguas del Jordán (y esa
noche estaba iluminada por la luna, como él relatara después) y
luego ella al instante puso un pie sobre las aguas y comenzó a
moverse a sobre la superficie hacia él. Y cuando él quería
postrarse, ella le gritaba mientras aún caminaba sobre el agua.
"¡Qué haces, Abba, tú un sacerdote y llevando los Santos Dones!"
Él la obedeció y al llegar a la orilla ella le dijo al anciano:
"¡Bendice, padre, bendíceme!"
Él le respondió temblando, porque un estado de confusión le había
sobrevenido a la vista del milagro:
"Verdaderamente Dios no mintió cuando El prometió que cuando nos
purifiquemos seremos como Él. Gloria a Ti, Cristo nuestro Dios, que
me haz mostrado así a Tu esclavo cuán lejos estoy de la perfección."
Entonces la mujer le pidió que dijera el Credo y el Padre Nuestro.
Él comenzó, ella finalizó la oración y de acuerdo a la costumbre de
ese tiempo le dio el beso de la paz en los labios. Habiendo
participado de los Santos misterios, ella alzó sus manos al cielo
suspirando con lágrimas en sus ojos, exclamando:
"Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra;
Porque han visto mis ojos tu salvación." (Lucas 2:29).
Luego le dijo al anciano:
"Perdóname, Abba, por pedirte, pero realiza otro deseo mío. Ve ahora
al monasterio y deja que la gracia de Dios te guarde. Y el próximo
año ven de nuevo al mismo lugar donde te vi por primera vez. Ven en
el nombre de Dios, porque de nuevo me verás, porque tal es la
voluntad de Dios."
Le dijo a ella:
"Desde hoy en adelante me gustaría seguirte y siempre ver tu santo
rostro. Pero ahora realiza un único deseo para un hombre viejo y
toma un poco de la comida que te traje.
Y le mostró el cesto, mientras ella solamente tocaba las lentejas
con las puntas de sus dedos, y tomando tres granos dijo que el
Espíritu Santo guarda la sustancia del espíritu incorrupta.
Luego dijo:
"Ora, en el nombre de Dios ora por mí y recuerda a una miserable
desventurada."
Habiendo tocado los pies de la santa y pedido a ella que orase por
la Iglesia, por el Reino y por él mismo, la dejó ir con lágrimas,
mientras él se iba suspirando y afligido, porque no podía esperar
vencer al invencible. Mientras tanto ella nuevamente hizo la señal
de la Cruz sobre el Jordán, y pisó sobre las aguas y cruzó como
antes. Y el anciano volvió lleno de gozo y terror, culpándose a sí
mismo de no haber preguntado a la santa su nombre. Pero decidió
hacerlo el próximo año.
Y cuando otro año pasó, nuevamente fue al desierto. Llegó al mismo
lugar pero no podía ver señal de nadie. Así que alzando sus ojos al
cielo como antes, él oró:
"Muéstrame, oh Señor, Tu tesoro puro, que Tú has ocultado en el
desierto. Muéstrame, te lo ruego, a Tu ángel en la carne, del cual
el mundo no es digno."
Luego en la orilla opuesta del río, con su cara vuelta hacia el sol
naciente, él vio a la santa que yacía muerta. Sus manos estaban
cruzadas de acuerdo a la costumbre y su cara estaba vuelta hacia el
Este. Corriendo él derramó lágrimas sobre los pies de la santa y los
besó, no atreviéndose a tocar nada más.
Durante mucho tiempo lloró. Luego, recitando los salmos apropiados,
dijo las oraciones del entierro y pensó para sí mismo: "¿Debo yo
enterrar el cuerpo de una santa?" Y luego vio palabras trazadas en
el suelo junto a su cabeza:
"Abba Zosimas, entierra en este punto el cuerpo de la humilde María.
Regresa al polvo lo que es del polvo y ora al Señor por mi, que
partí en el mes de Fermoutin de Egipto, llamado Abril por los
Romanos, en el primer día, en la misma noche de la Pasión del Señor,
luego de haber participado de los Divinos Misterios2."
Leyendo esto el anciano se alegró de saber el nombre de la santa.
Entendió también que tan pronto como había participado de los
Divinos Misterios en la orilla del Jordán fue al momento
transportada al lugar donde murió. La distancia que a Zosimas le
había tomado veinte días abarcar, María había atravesado
evidentemente en una hora y al instante había rendido su alma a
Dios.
Luego Zosimas pensó: "Es mi tiempo de hacer lo que ella deseaba.
¿Pero cómo cavaré una tumba sin nada en mis manos?"
Y luego vio cerca un pedazo de madera dejado por algún viajero en el
desierto. Recogiéndolo comenzó a cavar en el suelo. Pero la tierra
estaba dura y seca y no cedía a los esfuerzos del anciano. Se fue
cansando y cubriendo de sudor. Suspiró desde el fondo de su alma y
alzando sus ojos vio un gran león parado cerca del cuerpo de la
santa y lamiendo sus pies. A la vista del león él tembló de miedo,
especialmente cuando se le vinieron a la mente las palabras de María
de que ella nunca había visto animales salvajes en el desierto. Pero
protegiéndose con la señal de la Cruz, le vino el pensamiento de que
el poder de aquella que yacía allí lo protegería y mantendría
intacto. Mientras tanto el león se acercó a él, expresando afecto en
cada movimiento.
Zosimas le dijo al león:
"El Grandioso ordenó que su cuerpo debía ser enterrado. Pero soy
viejo y no tengo la fuerza de cavar la tumba (porque no tengo azadón
y tomaría demasiado ir y traer uno), ¿Así que podrías tú realizar el
trabajo con tus garras? Luego podremos encomendar a la tierra el
templo mortal de la santa."
Mientras aún hablaba el león con sus patas delanteras comenzó a
cavar un agujero lo suficientemente profundo como para enterrar el
cuerpo.
Otra vez el anciano bañó los pies de la santa con sus lágrimas y
pidiéndole que orase por todos, cubrió el cuerpo con tierra en la
presencia del león. Fue como había sido, desnuda y descubierta
excepto el la andrajosa capa que le había sido dada por Zosimas y
con la cual María había logrado cubrir parte de su cuerpo. Luego
ambos se fueron. El león se fue a las profundidades del desierto
como un cordero, mientras que Zosimas volvía al monasterio
glorificando y bendiciendo a Cristo nuestro Señor. Y al llegar al
monasterio les contó a todos los hermanos sobre todo, y todos se
maravillaron al oír los milagros de Dios. Y con temor y amor ellos
mantuvieron la memoria de la santa.
El Abad Juan, como Santa María le había dicho anteriormente a Abba
Zosimas, encontró ciertas cosas erróneas en el monasterio y se
deshizo de ellas con la ayuda de Dios. Y San Zosimas murió en el
mismo monasterio, casi alcanzando la edad de cien años, y pasó a la
vida eterna. Los monjes mantuvieron esta historia sin escribirla y
la pasaron de boca en boca de uno a otro.
Pero yo (agrega San Sofronios) tan pronto como la escuché la
escribí. Tal vez alguien más, mejor informado, ya ha escrito la vida
de la Santa, pero yo registré todo hasta donde sé, colocando la
verdad sobre todo. Mi Dios que obra impresionantes milagros y
generosamente concede dones a aquellos que se vuelven a él con fe,
recompensa a aquellos que buscan la luz para ellos mismos en esta
historia, que escuchan, leen y son entusiastas al escribirla, y que
Èl les conceda la fortuna de la bendita María junto con todos
aquellos que en diferentes épocas han agradado a Dios por sus
pensamientos y obras piadosas.
Y que nos conceda glorificar a Dios, el eterno Rey, que nos conceda
también Su misericordia en el día del juicio en el nombre de
Jesucristo nuestro Señor, a Quien pertenece toda gloria, honor,
dominio y adoración junto con el Padre Eterno y el Santísimo y
Vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los
siglos. Amen.
Notas
1 En el "Domingo del Perdón"
2
Santa María murió en 522 d.C.
Tropario de Santa María de
Egipto Tono VIII
En ti fue preservada la
imagen con exactitud, Oh Madre María; Porque llevaste la Cruz,
seguiste a Cristo; Obraste y enseñaste a pasar por alto al cuerpo
siendo perecedero y de cuidar las cosas del alma por ser inmortal.
Por eso, Oh Piadosa, se regocija tu espíritu eternamente junto a los
Ángeles.
Kontakion - Tono IV
Tu que alguna vez fuiste
llena de toda clase de fornicación, eres ahora vista como la novia
de Cristo por tu arrepentimiento. Imitaste y emulaste la vida de los
ángeles. Por la Cruz, aniquilaste las ordas demoníacas; por ello
eres ahora la novia en el Reino de los Cielos, Oh humilde María.
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