Llamados a la Santidad.
Hermanos y
hermanas en Cristo:
¡Paz en
Cristo nuestro Sumo y Eterno Sacerdote!
Este
domingo, el segundo del tiempo pascual, es en la ortodoxia, el domingo del apóstol
santo Tomas.
El
Evangelio de este día (Jn 20,19-31) nos presenta la vivencia del apóstol santo
Tomas, el cual fue uno de los doce apóstoles (Mt 10,1-4), los cuales habían
recibido la fuerza del Espíritu Santo (Hch 2,1-11) para proclamar la
Resurrección del Señor hasta los confines de la Tierra (Hch 1,8) y con pleno
poder y autoridad para atar y desatar en los cielos y en la Tierra (Mt 18,18)
para tomar serpientes, expulsar espíritus malignos y sanar enfermos (Mc
16,15-18).
El
apóstol santo Tomas fue uno de los testigos de la Ascensión (Lc 24,50-52) de
nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, todos nosotros fuimos llamados por Cristo
para ser misioneros, pastores, siervos, profetas y Sacerdotes (dentro de la
vocación particular a la que hemos sido llamados).
Hemos
experimentados el glorioso poder de Cristo en nuestras vidas, hemos sido
perdonados, lavados (Tito 3,5), justificados y santificados por la gloriosa
Resurrección de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo (Lc 24,1-5).
Nosotros
hemos sido testigos de todo esto y de milagros aun más aun mayores.
Y,
sin embargo, al igual que el apóstol santo Tomas, en los momentos difíciles,
duros, de enfermedades, pobreza, persecución, duda, prueba, soledad, etc. Cometemos
el mismo error que el apóstol Santo Tomas: Apartarnos de la Comunidad (Jn
20,24).
La
manifestación glorioso de Cristo Resucitado se lleva a cabo en domingo (día del
Señor, día de Yahweh) y en medio de la Iglesia (Jn 20,19).
El
apóstol Tomas, como muchos cristianos, ante la prueba, lo primero que hacen es
apartarse de la comunidad y de sus legítimos
pastores (obispo y presbíteros) e inician un alejamiento de la protección que
encuentran dentro del rebaño de Cristo (Jn 10,9).
Es
cuando Satanás aprovecha para sembrar dudas (falta de Fe) y desconfianza para
con los hermanos clérigos y laicos que nos amonestan y nos exhortan a través de
su testimonio y de su predicación sobre el glorioso poder de la Resurrección
del Señor Jesús, y terminamos diciendo como Santo Tomas: “Si no veo… no lo creeré
(Jn 20,25).
Para
este tipo de personas, ya no basta su propio testimonio, ni el testimonio de
otros, ya no es suficiente el testimonio de las Divinas Escrituras (Lc 24,27),
ya que al alejarse de la Iglesia, su corazón se ha enfriado y el Maligno a
podido sembrar la duda.
Ocho
días después, dice el Santo Evangelio, nuestro Señor vuelve a aparecerse, y
esta vez, estaba presente el apóstol Tomas.
Hay
muchos cristianos, que igual que el apóstol Santo Tomas, dudan del poder de
Cristo y de su gloriosa y bendita Resurrección, pero que vuelven a la Iglesia
por diferentes motivos: nostalgia, miedo al infierno, aburrimiento, porque los
invitaron a una actividad de la Iglesias, etc., pero sin Fe… están presentes
(en el cuerpo) pero al mismo tiempo ausentes (en el espíritu). Esos son los
cristianos que oran pero sin esperar recibir nada de parte de Dios. Oran más
por rutina y tradición, que por convicción. Son como aquellos clérigos que se
predican así mismos y hacen a un lado a nuestro bendito Señor.
Son
como aquellos “cristianos” que dudan de las Divinas Escrituras, de la doctrina
de la Iglesia y del poder de Cristo, pero creen en un sinfín de supersticiones,
herejías y de toda clase de abominaciones (gnosticismo, brujería, adivinación,
limpias, fantasmas, etc.).
Es
entonces cuando Cristo vuelve a desplegar todo su poder, se manifiesta, ante
los apóstoles, triunfante sobre el pecado, la muerte y el Maligno.
Es
cuando el apóstol Tomas vuelve a descubrir su Fe y proclama a nuestro Señor
Jesucristo como lo que es: Como su Señor y su Dios (Jn 20,28).
No
hay ningún corazón tan duro que no pueda ser cambiado y nunca es demasiado tarde.
Los que estamos fieles a la Iglesia, debemos orar por los que titubean y por
los que se han ido. Todos los miembros de la Iglesia debemos ir y buscar a la “oveja
perdida”, ya que por nuestro Bautismo somos responsables los unos de los otros
ante nuestro Señor Jesucristo, no es tarea solamente de nuestros pastores (Presbíteros
y Obispos). Debemos ser amorosos, pacientes,
y tener mucha Fe en que Dios les tocara el corazón y volverán a la CASA
DE DIOS, AL CUERPO MISTICO DE CRISTO, A LA NACIÓN SANTA, ya que para Dios no existen imposibles.
Tengamos
mucho cuidado de no cometer el error que cometen muchos cristianos: utilizar
argumentos humanos para tratar de hacer volver a los que han perdido la Fe.
Esto
sería un grave error y solo nos llevaría al fracaso.
Cuando
vayamos a predicar debemos hacerlo con la Espada del Espíritu, que es la
Palabra de Dios (Las Divinas Escrituras) y en el fuego del Espíritu Santo (en
oración y en santidad) (Ef 6,17).
Recuerden
hermanos: Todos fuimos llamados a la Santidad (1 Tes 4,7).
¡Gloria
al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo!
+Atanasio
Obispo
por la gracia de Dios.